BARRIO FRIXIONE DE MANAGUA
Los recuerdos de nuestra infancia hacen de nuestra vida adulta una fuente inagotable de nostalgias y añoranzas.
Son recuerdos nítidos o confusos, completos o incompletos, ciertos o modificados por nuestros sentimientos y deseos de hacer de nuestra vida pasada lo mas agradable posible.
Nunca queremos pensar que antes fue peor que ahora, siempre nuestra niñez y juventud será medida con la mirada parcializada de quien en el fondo nunca quiso crecer.
Por esto espero me perdonen si mis recuerdos no se ajustan a la realidad de entonces, estan hechos a mi medida, a la distancia de los años y a la indulgencia que los mismos permiten.
Nací en el Barrio Frixione, a mitad del siglo XX, en mi casa, atendido el parto por una comadrona que quemó mi ombligo y la piel alrededor con una candela de cebo encendida, en ese tiempo ya ella era moderna, no usaba el puro que fumaba, con el que agredió el ombligo de mi hermano mayor.
Ese día recibí mi primera purgada, con aceite italiano de oliva Olio Sasso, comprado en la Farmacia Boza de la calle del Triunfo, al lado de los Dormitorios Públicos.
Es hoy y cuando veo la misma latita verde del aceite, me vienen a la mente los partos de mi madre, que parió siete hijos, junto al olor a Agua Florida, el cebo humeante, el crujir de las sábanas almidonadas y lo movimientos rápidos y silenciosos de mi tía Margarita y mi abuela Panchita.
Mi casa era de tablas verticales con una base de bloques repellados y acera alta, una sola puerta con una ventana y la calle que en mis primeros años era de tierra, quedaba exactamente de la Chalupa del Triunfo dos cuadras y media a la montaña, al lado de los Jiménez Alvarado que no eran parientes y de los Ortega Pérez y frente a la cantina El Verdi de Manuel Chávez y la Esmeraldona, que vendía caramelos en la acera del cine Triunfo.
Allí me crié , al lado de grandes amigos, que el tiempo y sobretodo la distancia ha separado, los Noguera Ríos, conocidos como el quirin y el gori, los Calero: Motita y Gotita,creo que uno de ellos fue un alto jefe policial en Nicaragua, los hermanos Jiménez Alvarado:Luis, Chema, Pedro y dos menores, Lenín, que vive en Estados Unidos y cuando llega a Nicaragua es todo un acontecimiento, Chepito Venerio, su primo Hugo , los Ortega, dos de ellos vivieron un tiempo en Argentina, antes que yo, Payuya que hacía los guantes de lona para jugar beisbol en el cuadro de la Cruz Roja o en el Manchester cuando nos animabamos a ir hasta la costa del lago.
Recuerdo a Lela y a Posta, a Tacón de quien se dice falleció de mal asmático y su hermano Chichita, a Hormiga Loca y los Páiz y al famoso Alcalde que siempre perdía en los juegos y de quien dicen ganó en la vida ya que mal no le va en la actual Managua.
Muchos amigos de mi niñez que siguen en mi memoria y actualmente se juntan en casa del gori o firole Noguera Ríos, entrañable amigo que sirve de puente entre el pasado y el presente.
Estaban tambien las generaciones mas grandes, como mis primos los Jiménez Salgado y todos los miembros del Club Los Veinte, en especial recuerdo a Pedro Morales Cacho, un abogado que fue mi guía en León cuando fui a estudiar medicina.
Un recuerdo especial para Juan José Olivares Espinoza, de las familias autóctonas de Managua, por supuesto que como todos los Olivares era conocido como Cabo Queso, era un bohemio y eterno enamorado de mi tía Margarita, que jamás le hizo caso, me enseñó a querer los crucigramas y a tocar la armónica, cantaba como Javier Solís y Pedro Infante, ha fallecido y espero que aún cante en el cielo, dónde merece estar.
No puedo olvidar esas mañanitas frescas adornadas con el sonido del molino de la Ritana Rivera y los cascos de los carretones de caballo que venían del rastro cargados de carne hacia el mercado San Miguel y a media mañana las vendedoras de carne de venado, chancho y cusuco y luego la Chica con su carretón de verduras y su cháchara imparable, al mediodía la música inicial de Radio Informaciones, por la Mundial y Los Tres Villalobos, la Novela Colgate Palmolive y la tardecita somnolienta y callada hasta el despuntar del ruido de las cuatro de la tarde, hora de empezar los juegos, las bolitas, los trompos y el beisbol, con bola de trapo, comprada en un córdoba a los carboneros alla en la chureca, cerca del Taller Cajina y de Rufo, que hacía en metal los juegos de los play land park nicas aquellos avioncitos y chinitos que tanto disfrutábamos en las fiestas agostinas.
Cuando iba oscureciendo, recuerdo a la gente que caminaba rápido a sus casas, a las planchadoras con la toalla al hombro, por el sereno, que suponían las podía dejar tísicas, a los que iban al cine Principal, al Triunfo y al Rosario y a las nueve de la noche a la vendedora de perrereques en su carretón y en la época de cosecha los elotes cocidos y yoltamales.
Asi nos ibamos a dormir y antes de que el molino de la Ritana nos despertara, lo hacían las voces de los Bazuqueros en la acera de nuestra casa, comandados por el Pachuco, un gran barbero que dicen ya no bebe mas,a Cara de Buey y a Chafas, que decía ser un millonario diriambino, de allí su apodo y que tuvo que morirse para ser creído, un día amaneció tilinte y a media mañana llegó gente bien vestida y en lujosos carros que lo subieron a una camioneta, ya que ni la Cruz Roja se hizo cargo del cuerpo ya desde en vida agusanado y afectado por la pelagra de los bebedores cotidianos.
Nos quedó la duda de quienes eran esos personajes y si era cierto todo lo que contaba en sus pocos momentos de lucidez. Pero algo de verdad había en sus palabras, esos grandes carros, para mi lujosos, los vi llegar a mi empobrecido y digno barrio.
Fui creciendo en esas calles polvorientas y llenas de rampas, que cada lluvia convertían en ríos donde nos bañabamos y jugabamos, llegó el momento del colegio y fui a parar a la escuela de las Solano, despues conocida como Republica de Cuba, tenía hasta tercer grado, mi maestra de primero, la Rosita, blanca, pelito corto y muy elegante, de hablar suave, la maestra de segundo doña Esmeralda, ya viejita y de muy mal carácter y mi maestra de tercero, doña Carmen Fonseca que vivía en la Pulperia las Tres F, allá cerca de la Primera Sección de Policía, a una cuadra de la Industria y junto a las vías que iban a salir hasta el Asilo de Ancianos, en la 15 de septiembre.
Esta escuela quedaba de Julio Martínez una cuadra al lago y media arriba, por supuesto que en esa época Julio Martínez no estaba allí.
A cuarto grado fui a la escuela República del Ecuador, en las cercanías de la escuela José Dolores Estrada que era de mujeres y a las que molestábamos a la salida, en esta escuela tuvimos varias maestras, pero recuerdo a una joven y con muchos ímpetus, que nos hacía vender refrescos y crispetas en el recreo para juntar plata no se para que cosa, se llamaba Trini Huelva y era estudiante universitaria.
Espero que haya logrado mucho en la vida, fuerza y coraje no le faltaban.
Eran los tiempos de los Nissan de la policía, que cuando jugabamos bolitas en la calle nos atrapaban y nos paseaban por unas horas, nos amenazaban con la cárcel, nos dejaron en paz cuando se dieron cuenta que disfrutábamos del paseo y no temíamos a sus amenazas.
Ibamos al cine Rosario, los jueves a la noche de banco cuando rifaban plata entre los asistentes,en ese tiempo todos los cines eran sin techo y el Principal tenía el techo en una planta alta, la cual escalabamos por las columnas para colarnos, el Triunfo tenía un pequeño muro de división, pero que respetábamos siempre y cuando no lloviera, el Rosario tambien tenía un muro, pero el palco era tierra de prostitución y mejor era mantenerse al margen.
Frente a la Chalupa estaban los billares de Mundo Roberts, jugador de beisbol y en la otra acera otros billares mas accesibles para los chavalos, muchas limitaciones no había y podíamos entrar a todas partes.
Cuando podíamos comprabamos tacos en el comedor Dolores, sobre la calle del Triunfo y al lado de los Talavera.
Cuando nos enfermabamos nos atendía el Dr. Oscar Gutiérrez, de la Hormiga de Oro dos cuadras abajo, en la calle Momotombo y las inyecciones las daba la Andreíta, una damita refinada y dulce que vivía de la Cruz Roja dos cuadras arriba y 30 varas al lago.
Estudié el secundario en el Ramírez Goyena y mi promoción de bachiller no pudo hacerse, ese día, el 22 de Enero de 1967, la Guardia Nacional se enfrentó con los seguidores de Fernando Agüero, mal recuerdo, que ha sido empequeñecido por lo sucedido muchos años después en una guerra fatricida, dirigida por foráneos y ejecutada por locales.
Terminé mis estudios de medicina en León, para el terremoto de 1972 y fui interno del Hospital Vélez Paiz, pasé al Hospital Occidental como residente de Cirugía Pediátrica y al terminar la residencia en 1977 me vine a este hermoso país: Argentina.